Desde la teoría de Einstein sabemos que el tiempo, como el espacio, es relativo. Mejor dicho, lo conocemos sólo a nivel teórico ya que todavía nadie ha viajado alcanzando la velocidad suficiente para comprobar empíricamente que el tiempo y espacio se contraen para el viajero. Sin embargo, aun sin poderla verificar, nadie la puso en duda, pues era tan evidente y experimentado por todos que el tiempo era relativo que a nadie le sorprendió que, además, se pudiera demostrar teóricamente. Todos habíamos experimentado en nuestra experiencia vida cotidiana que una misma unidad de tiempo no es distinta según la compañía, la espera o la situación.
En la actualidad vivimos contra el tiempo, en todas sus acepciones, tanto la horaria como la climática. Vagamos de aquí para allá, buscamos vivir con intensidad, con la sensación de que nos faltan horas para hacer todo aquello que deseamos. Olvidamos que el tiempo no se le posee nada más que en el instante presente, que fugazmente será sucedido por el siguiente, del tiempo pasado sólo nos quedan nuestros recuerdos, del que esta por llegar y futuro sólo los sueños.
Hemos desarrollado tecnología que nos permite contraer el tiempo o la distancia, según se mire, Viajamos en apenas unas horas a los lugares más alejados o que hace años requerían muchos días de viaje. En la acepción climática del tiempo, ni la nieve, ni el calor son condicionantes para que nuestra vida transcurra con normalidad diaria.
Hasta la modernidad el ser humano no vivió contra el tiempo, ni mucho menos regulando su vida por él y nuestra existencia se adaptaba a sus vaivenes y cambios; se trabajaba cuando la luz solar lo permitía, sin horarios y los ritmos anuales de vida se adaptaban a la estacionalidad y cambios eventuales que el clima introducía. Había un tiempo para cada cosa y tarea, el quehacer diario se adaptaba a las oportunidades y fenómenos que el capricho del clima permitía. Un tiempo para el trabajo, para el descanso y la celebración.
Ahora no tenemos tiempo de trabajo sino horario que cumplimos a rajatabla, si mañana hiela, nieva o llueve, a las nueve estaremos en nuestro puesto, con la seguridad inexorable de que el viernes en la tarde desconectaremos para pasar un fin de semana libre de obligaciones laborales. Nos pasamos la vida controlando el tiempo, pero nuestras vidas quedan atrapadas en él. Creemos poder hacer la vida con independencia de los vaivenes climáticos, sin embargo; tres centímetros de nieve causan en Madrid el mayor atasco de la historia. ¡Claro! Que en está ocasión, contó con la inestimable ayuda de la ministra más inepta que hasta la fecha hemos conocido (Magdalena Alvarez).
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